El estreno de la película de Barbie, dirigida por Greta Gerwig, ha traído de vuelta la nostalgia de muchas personas que crecimos jugando con esta muñeca. Sin embargo, algunas salimos del cine sorprendidas al encontrarnos con una Barbie muy distinta a la que conocimos en nuestra infancia; ahora, como mujeres adultas, nos despertó la reflexión sobre la realidad de las mujeres y niñas en la actualidad. Pero antes de que el lector continúe leyendo, debo advertir que mencionaré spoilers sobre algunas escenas clave; definitivamente recomiendo ver la película primero y regresar a leer esta reseña.

Voy a iniciar analizando la primera escena de la película, que hace tributo a 2001: Odisea del Espacio, del director Stanley Kubrick, donde observamos a un grupo de niñas jugando pasivamente con bebés de juguete y a ser amas de casa, hasta que aparece nuestra protagonista, Barbie. Al surgir la muñeca rubia, con un aspecto más adulto y glamuroso, las niñas toman a sus bebés de juguete y los destruyen, siendo una de las escenas más significativas sobre lo que representó Barbie para millones de niñas.
Con la aparición de esta muñeca, en 1959, a las niñas se les dio la oportunidad de soñar con una vida más allá de las tareas domésticas y los roles de género de la época, una vida donde ellas podían ser dueñas de una casa, un coche, y ejercer la profesión que ellas quisieran tener. Por eso, el inicio de la película se sintió como un mensaje poderoso: las niñas destruyendo los mandatos del patriarcado y eligiendo un camino distinto a través de sus juguetes y su imaginación.

Después se nos introduce a Barbieland, un lugar divertido, rosa, y que aparenta ser una sociedad perfecta, donde las Barbies son las que ocupan cargos de poder, y en el que ellas toman todas las decisiones importantes. Todo el lugar parece ser ideal para la Barbie estereotípica (interpretada por Margot Robbie) hasta que comienza a notar cosas extrañas en su mundo, como despertar con mal aliento, que sus pies en puntillas se tornen planos, o incluso que comienza a tener pensamientos depresivos y sobre la muerte.

Al poco tiempo, nuestra protagonista descubre que tiene que ir al mundo de los humanos a encontrarse con la niña que juega con ella, y que está provocando alteraciones en Barbieland. Después de una travesía para encontrar a la niña, descubre que en realidad era una mujer adulta llamada Gloria (interpretada por America Ferrera), quien encontró unas Barbies de cuando su hija era pequeña y decidió jugar con ellas. Abrumada por su vida profesional y personal, terminó por contagiar estas emociones a Barbie.
Gloria es un personaje complejo en la película, que ejemplifica el burnout que las mujeres pueden experimentar al ser madres y trabajar al mismo tiempo. Para ella, sus muñecas la hicieron escapar por un momento de su realidad y añorar una época en que su vida era más sencilla, incluso cuando jugaba con su propia hija, quien está pasando por la adolescencia y se muestra muy fría con ella.

Es con la llegada de Gloria a Barbieland que se nos permite ver la profundidad de su personaje; nos dio uno de los monólogos más impactantes sobre lo que significa ser mujer, un monólogo en el que todas podemos vernos reflejadas, ya que menciona, entre varias cosas, lo mucho que se nos exige en el día a día por el simple hecho de ser mujeres, y lo cansado que puede ser para nosotras, pero que no nos permitimos expresarlo por temor a incomodar a otros. Gloria vino a darnos un mensaje inspirador sobre permitirnos existir, sentir y expresarnos, sobre no ser tan duras con nosotras mismas como consecuencia de lo que nos ha impuesto el machismo sistémico.
Además, esta escena me pareció agridulce, pues su hija -que se mostraba distante con ella-, al escuchar los verdaderos sentimientos de su madre, desarrolla cierta admiración por ella. Sin duda, muchas de nosotras hemos pasado por ese momento en nuestras vidas, cuaando crecemos y dejamos de ver a nuestras madres como sólo nuestras cuidadoras, y pasan a ser a mujeres humanas, como nosotras, que también han sufrido injusticias dentro del sistema patriarcal.
Aunque no todo fue tan llegador en esta parte de la historia. Por su parte, Ken (interpretado por Ryan Gosling) toma el control de Barbieland junto con los demás Kens, esto como consecuencia de que, cuando el coprotagonista acompañó a Barbie al mundo real, descubre los fundamentos del patriarcado y, harto del constante rechazo de Barbie y de que las demás Barbies dominaran Barbieland, regresa a enseñarle a sus compañeros lo que aprendió sobre dominación masculina.
Esta parte nos permitió ver lo absurdo el trasfondo detrás del patriarcado. Desde el simple hecho de que Ken decide instaurar este sistema fundado en el resentimiento, hasta un momento en el que decide declarar la guerra a otros Kens, resultando en una sátira de cómo las guerras en el mundo real son fundamentadas por el ego masculino, y terminan perdiendo la racionalidad por completo. Incluso esta parte con tono “cómico” me recordó a cómo la misma teoría feminista de las Relaciones Internacionales rechaza la militarización y los conflictos armados, optando por vías diplomáticas para la resolución de conflictos, donde las mujeres puedan ser parte de las negociaciones de paz.

A pesar de que las Barbies retoman el control de Barbieland de forma estratégica y sin medios de coerción, muchas personas se quedaron disgustadas porque se volvió a instaurar un matriarcado; los Kens regresaron a no tener opinión en la toma de decisiones y a ni siquiera tener sus propias casas. El final se malinterpreta con el mensaje que está bien que solamente las mujeres ocupen cargos de poder pero, desde mi óptica, las injusticias que viven los Kens en Barbieland son las injusticias que las mujeres aún experimentamos en nuestro mundo. Es evidente que el enojo de las personas hacia la desigualdad a la que son sujetos los Kens, en un mundo ficticio, señala una doble moral; son incapaces de analizar las desigualdades que vivimos las mujeres en nuestros diferentes contextos.
Por último, otro de los momentos más controversiales es el final de la película. Tras un emotivo encuento entre Barbie y su creadora, Ruth Handler, le pide permiso para convertirse en humana. Poco después, vemos a Barbie dirigiéndose muy emocionada hacia una oficina, haciéndonos pensar como audiencia que se encaminaba a su nuevo trabajo como CEO de Mattel o algo similar, pero resulta que iba nada más y nada menos que, ¡al ginecólogo!
Después de reflexionar mucho sobre este final, creo que resultó reconfortante ver a Barbie alejada de una imagen de girlboss, esa que muchas veces nos presiona adoptar un liderazgo masculino, no necesariamente ad hoc al tipo de liderazgo que necesitamos las mujeres en cargos importantes. Barbie cierra con una imagen mucho más cercana a la cotidianidad de las mujeres, que nos permite empezar a romper el tabú de decir en voz alta que vamos al ginecólogo, y que es algo completamente normal. Agregado a esto, nos da a entender que la muñeca con la que crecimos es una adulta como lo somos nosotras ahora, y nos permite despedirnos de nuestra niña interna que soñó junto ella la mujer que somos actualmente. Incluso dentro de sus momentos de “Barbie crisis existencial”, nos permitió sentir un apapacho por todas las emociones confusas que hemos llegado a experimentar mientras continuamos creciendo y descubriendo nuestros caminos. Sin importar lo que decidamos ser, siempre llevamos a esa niña acompañándonos en cada paso.
Tal vez Barbie por sí sola no va a derrocar al patriarcado, pero nos dio la oportunidad de imaginar un mundo distinto para nosotras y futuras generaciones de niñas. Sobre todo, me quedo con la reflexión más valiosa de todas, la de mi abuela, quien al terminar de ver la película me resumió a la perfección el mensaje que se buscaba transmitir: “Todas tenemos algo de Barbie en nuestro interior”.